viernes, 12 de diciembre de 2008

Sin opción

Marcos era apasionado. Amaba el sexo. Siempre estaba dispuesto a darme placer. Nos conocimos en el verano cuando los dos habíamos coincidido en el mismo lugar: Villa Gesell. Yo había terminado con mi novio en noviembre; fue una relación de tres años. Cuando me separé (el último año había sido desastroso y más en el sexo) decidí que me iría de vacaciones con mis amigas y me divertiría como nunca. No pensaba en conocer a Marcos.
Cuando conocí a Marcos conocí más que a un buen amante. Nos enamoramos. Los dos vivíamos en capital federal (Marcos vivía solo en un departamento en Caballito). Con él había probado todo. Me encantaba cuando Marcos me sometía a su antojo, a sus deseos y a su placer.
Nuestra relación (el bienestar de la relación) se basaba en el sexo. Yo sabía (en realidad ambos lo sabíamos) que cuando el sexo nos cansara la relación se terminaría. Solo quedaba disfrutar del momento.
Una noche ––hacía tres días que no nos veíamos porque yo estaba estudiando para un final de la facultad–– Marcos estaba más apasionado que nunca. Me desnudó con rapidez (me encantaba cuando me arrancaba la ropa) y me llevó a su cama.
––Date vuelta ––dijo cerca de mi oreja, entre besos.
Obedecí inmediatamente. En la cama había una botellita que tenía aceite para la intimidad (eso decía la etiqueta). Yo sabía de qué se trataba.
––Te lo quiero hacer por atrás.
Sí, sabía de qué se trataba.
Lo miré y sonreí al escucharlo. Lo habíamos practicado varias veces; el dolor nos obligaba a detenernos. Pero esa vez fue diferente. Marcos había comprado el aceite y yo estaba muy excitada (en realidad ambos estábamos así) por esa mini abstinencia que habíamos tenido.
––Bueno ––dije mientras sus manos se deslizaban cuesta abajo por mi cintura––. Probemos, mi amor.
Marcos sabía mantenerme excitada mientras me preparaba con los inevitables preparativos previos. Se desnudo con un poco de mi ayuda. Sin sacar su mano de mi cintura. Se arrodillo al lado mío y puso su miembro en mi boca con suavidad. Su mano ya estaba en mi cola. Me tocaba despacio. Marcos sacó su miembro de mi boca (yo no quería) y lo perdí de vista mientras descendía por mi espalda, deteniéndose un breve lapso de tiempo en mi cintura (le encantaba mi cintura angosta) y siguió camino hacia mi cola. Con sus manos dibujo la curvatura de mis glúteos. Sus manos de detuvieron en la periferia mientras su boca descendía suave. Sus besos eran lentos, lo que era más excitante. De apoco se abrió paso y su boca y sus labios y su lengua jugaban con mi ano. Una de sus manos se dirigió sin dudar un instante hacia mi vagina. Sus dedos me acariciaban suaves. Su boca seguía en el mismo lugar. El placer aumentaba lentamente (mejor) y cada vez me entregaba más y más a los deseos de Marcos. En un momento las posiciones se invirtieron: su boca besaba mi vagina mientras uno de sus dedos se abría paso en mi ano. Yo abrí las piernas lo más que pude y levanté la cola. Su lengua se abría paso dentro de mí, su dedo se abría paso dentro de mí. El placer aumentaba y yo empezaba a disfrutar de los deseos de Marcos.

No lo hacía por placer. Pero a Marcos ––como a muchos hombres–– le gustaba la idea del sexo anal. Yo tenía una manera fácil de ahuyentar a los hombres cuando me lo querían hacer por atrás. "Si vos después me dejás a mí, hacéme lo que quieras" les decía muy divertida. Todos habían dicho que no. Todos le escapaban a la idea de que su ano fuese penetrado (y por un simple y pequeño dedo como son los míos). Pero Marcos fue diferente. Nunca dudé de su sexualidad después de que él mismo tomó la decisión de ser penetrado primero que yo. Nunca lo había hecho y realmente me daba un poco de cosa. Pero Marcos tenía una cola muy linda. Sé que suena demasiado a morbo, pero es así. Cuando existe pasión y deseo el morbo importa poco.
A Marcos no le gustó la estimulación anal (aunque confesó que el sexo oral era más intenso), solo lo hacía para llevarse el premio mayor: sacrificio por placer, eso decía él.

Ya estaba bastante acostumbrada. Marcos sacó su dedo con suavidad y con un segundo dedo se abrió paso en mi ano. La intensidad aumento (mezcla de dolor y una extraña linda sensación). El sexo oral ayudaba mucho. Marcos realizaba sus movimientos muy lentamente. Si bien estaba un poco aburrida porque la situación no avanzaba, sabía que pronto vendría algo muy intenso. Y a él le encantaba la idea, estaba muy excitado. Aumentó la intensidad de los movimientos de su lengua, mientras retiraba lentamente sus dedos.
Marcos me besó con pasión. Una mezcla de fluidos vaginales y saliva se mezclaban en nuestros besos (hermoso morbo). Marcos dobló la almohada en dos y la puso debajo de mi vagina. Yo estaba un acostada y un en cuatro patas (posición perfecta). Hecho más aceite en mí colita y frotó su miembro para lubricarlo. Tiró un poco más y repitió el mismo proceso. Su miembro se apoyó en mi ano y lentamente se abrió paso. La lubricación lograba una sensación muy agradable. No era placer, pero se sentía bien. El miembro de Marcos siguió abriéndose paso sin detenerse. Las sensaciones se mezclaban: intensidad agradable, algo que no era placer pero tampoco era dolor y sin embargo se sentía muy bien.
Marcos se detuvo y me preguntó como estaba. Le respondí que estaba bien. Su miembro siguió abriéndose paso hasta entrar todo en mi colita. Quizá por la excitación Marcos se apuró y me provocó algo de dolor. Pero el dolor desapareció cuando su movimiento se detuvo. Me pidió perdón y le respondí que estaba bien con una sonrisa. Yo desplacé una mano hacia mi vagina y empecé a masturbarme. Era un poco incómodo por lo que Marcos me estaba haciendo, pero ayudaba mezclar el placer con esa extraña linda sensación de sentir el todo el miembro de Marcos en mi colita. De apoco me fui acostumbrando. Marcos empezó a moverse muy lentamente y yo empecé a disfrutar de sus movimientos. El dolor poco a poco se fue. Quizá nunca se fue, pero la sensación era intensa y me gustaba. Marcos empezó a moverse mas rápido. Empecé a gritar. Marcos me tomaba con ambas manos de los glúteos mientras me penetraba. Una de las manos de Marcos me agarró del pelo mientras continuaba la penetración. Él sabía que me encantaba que me agarraran del pelo. Existía el placer. Sentía placer. Quizá por el momento, quizá porque la masturbación ayudaba mientras Marcos me embestía. Sus movimientos eran cada vez más rápidos. El dolor era cada vez más intenso. Sabía que en cualquier momento Marcos tendría su orgasmo.
––Voy a terminar ––dijo por fin.
Sentí que Marcos empezaba a eyacular dentro de mi ano. Se sentía bien. Sus contracciones. Sus fluidos calientes dentro mío, en la zona que Marcos nunca había estado.
Poco sus movimientos se detuvieron. Creo que respiré muy profundamente y me desplomé sobre la cama. Marcos se desplomó conmigo. Su miembro poco a poco fue decreciendo. Cuando salió de mi cola sentí un dolor intenso. Pero lo toleraba. Se me escapó un gritito por esa sensación. Marcos volvió a preguntarme si estaba bien. Sonreí y le respondí que si. Con el tiempo (y cada tanto tiempo) empecé a disfrutar más y más que Marcos me hiciera el amor por atrás. Lograba sentir placer (nunca llegué al orgasmo).
Pero un día se hizo el sexo se hizo monótono. Ya estábamos aburridos el uno del otro. No me acuerdo cuando nos separamos, y tampoco tiene importancia.



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1 comentario:

  1. Me gusta tu estilo.... tiene su nota morbosa y aun asi es excitante leerlo..
    En estos momentos te deseo un año nuevo lleno de sensaciones.Asi que: Feliz 2009!!!
    Que te quieran mucho, que tengas exito, que la suerte te acompañe y todo sea bello y rosado para ti...
    Que la sensualidad te haga estremecer cada rato!
    Besos por todas partes..Almy

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